sábado, 24 de diciembre de 2011

DIÓCESIS
+Mons. Enrique Díaz Díaz
Obispo Auxiliar Diócesis de San Cristóbal de Las Casas

“EMMANUEL: DIOS CON NOSOTROS”
NAVIDAD

Isaías 9, 1-3. 5-6: “El pueblo que caminaba en tinieblas, vio una gran luz”
Salmo 5: “Hoy nos ha nacido el Salvador”
Tito: “La gracia de Dios se ha manifestado a todos los hombres”
San Lucas 2, 1-4: “Hoy nos ha nacido el Salvador”
El Verbo se hizo carne
Los cielos contemplan estupefactos y los ángeles en coro celebraran el mayor acontecimiento de todos los tiempos: “Gloria a Dios en el cielo y en la tierra paz a los hombres de buena voluntad”. Las tinieblas que envolvían la tierra han sido vencidas y llega la aurora esplendorosa, el amanecer de un nuevo día como no hubo otro. Sobre la humanidad sumergida en las tinieblas del mal y del pecado, surge el Sol de la justicia que nace de lo alto. Es el nacimiento de Jesús-Niño y el alba de este día quiere reflejar en todos los sentidos, la grandeza de este acontecimiento y lo que significa para el hombre de todos los tiempos la encarnación de Jesús: en Cristo se manifiesta la Bondad de nuestro Padre Dios y su amor por los hombres. Sobre nosotros, rodeados de las tinieblas del pecado, sobre nosotros “ciegos y tardos de corazón para creer en la palabra de los profetas”, sobre todos y cada uno de nosotros, se derrama la luz de su nombre mediante el Hijo hecho hombre para justificarnos y transformarnos en herederos de la vida eterna. Bendita esta aurora que florece en alegre anuncio: “Mira que llega tu Salvador. El premio de su victoria lo acompaña y su recompensa lo precede”. Y mientras los cielos y la tierra se deshacen en cantos de victoria y gritos de alabanza ante el inusitado acontecimiento, un Niño recién nacido duerme en el anonimato del pesebre contemplado por los sorprendidos padres, María y José. De la grandeza de todo el misterio que no cabe en nuestra imaginación, debemos acercarnos a la realidad de un Niño que se ha hecho pobre entre los pobres, que ha tomado carne de nuestra carne y que ha puesto su tienda en medio de nosotros. Hoy no tenemos más señales que el Niño envuelto en pañales y recostado en un pesebre. Más importantes que los anuncios y las trompetas, son las pajas que lo reciben, el buey y la mula que lo calientan. Así el Verbo se hizo carne.
El pueblo que caminaba en tinieblas, vio una gran Luz
Dejémonos iluminar por los ojos de este pequeñuelo, dejemos que la luz del amor de Dios destruya en nosotros las sombras del pecado. Dejémonos invadir de la misericordia de Dios y despuntará en nuestros corazones la luz de un nuevo día. Si Dios se ha hecho carne como nosotros, todo será posible. Si el Niño se ha acurrucado en nuestra pobreza, los pobres encuentran un nuevo sentido en sus caminos; si el Infinito ha asumido nuestra pequeñez, podremos alcanzar los imposibles. El anuncio de que ha nacido el Salvador que es Cristo el Señor, ha mutado nuestras tinieblas en espléndida aurora que colma de esperanza. Unámonos a la marcha presurosa de los pastores comentando entre nosotros: “Vayamos hasta Belén, para contemplar esto que el Señor nos ha anunciado”. Salgamos a todos los Belenes de nuestras tierras y comarcas, no esos Belenes llenos de luces, esferas y figuras, sino esos otros Belenes escondidos y olvidados, llenos de miseria y abandono, y descubramos al Niño que se ha hecho ternura para saciar con su bondad el hambre de los hombres. Belén: “casa del pan”, se ha tornado significativo en un mundo azotado por el hambre, al albergar en sus pesebres al único Pan que puede saciar el hambre. Vayamos y descubramos las señales están dadas: “Emmanuel, Dios con nosotros” se ha hecho sonrisa y dolor en cada familia nuestra.
Un niño nos ha nacido
Vayamos junto a María y José y contemplemos en silencio la pequeñez del recién nacido. Dejemos que lleguen a nuestro corazón todas las señales y los magníficos nombres con que lo anuncia Isaías: “Un niño nos ha nacido, un hijo se nos ha dado; lleva sobre sus hombros el signo del imperio y su nombre será: ‘Consejero Admirable’, ‘Dios poderoso’, ‘Padre sempiterno’, ‘Príncipe de la paz’”. No son sólo nombres, este Pequeño es el único que puede alcanzarnos la verdadera paz tan anhelada y tan destrozada en nuestra patria. Tendremos que asumir que desde su sencillez y su nada, nos está mostrando el mejor de los caminos para conseguirla. Dejémonos invadir de su presencia y al mismo tiempo que experimentamos su calidez alcemos nuestra voz pidiendo que visite todos los espacios de nuestras miserias y dolores. Nuestro pueblo espera la estrella que disipe la oscuridad de los odios y pleitos fratricidas que están minando nuestra sociedad; anhelamos un pesebre que acune el clamor de los pobres de nuestra tierra, que apacigüe su hambre, su sed y su frío; queremos escuchar ángeles y pastores que anuncien buenas nuevas, albricias y alegrías, que despierten la esperanza y la certeza, que nos lleven a construir un mañana de paz y de justicia. Ya está aquí en medio de nosotros y nuestra patria despierta también a un nuevo nacimiento para convertirse en otro Belén, con su noche de cantos y ternura, con su música de ángeles y pobres, con su estrella que ilumina un nuevo futuro. Ven, Jesús-niño, Jesús pan, agua, luz y camino. Ven a invadir con tu ternura y pequeñez los oscuros lugares de nuestra patria; ven a dar sentido y rumbo a nuestro pueblo devastado por la violencia, engañado por las falsas luces, perdido en medio de sus egoísmos.
Emmanuel. Dios con nosotros.
En silencio, sin hacer ningún ruido, acerquémonos al pesebre a tocar la debilidad de Dios, rocemos la tierna piel de quien ha asumido nuestras limitaciones y se ha puesto en nuestro pellejo. Experimentemos cómo en medio de nuestro mundo tenso, hostil, cerrado y violento, Él se hace ternura y cercanía, confianza total, en cuerpo de un niño que se pone en nuestras manos y en nuestra historia. Susurremos a su oído nuestra historia, nuestros sueños, nuestros fracasos y esperanzas. Contemplemos su sonrisa: ha hecho suyas todas nuestras realidades. “Emmanuel, Dios con nosotros”.
Dios todopoderoso, concédenos que, al vernos envueltos en la luz nueva de tu Palabra hecha carne, hagamos resplandecer en nuestras obras la fe que haces brillar en esta Navidad. Amén.

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