sábado, 16 de junio de 2012


DIÓCESIS

+Mons. Enrique Díaz Díaz

Obispo Auxiliar Diócesis de San Cristóbal de Las Casas

Cuando se desmoronan los pies
XI Ordinario

Ezequiel 17, 22-24: "Elevaré los árboles pequeños"
Salmo 91: "¡Qué bueno es darte gracias, Señor!"
II Corintios 5, 6-10: "En el destierro o en la patria, nos esforzamos por agradar al Señor"
San Marcos 4, 26-34: "El hombre siembra su campo, y sin que él sepa cómo, la semilla germina y crece"
Cuando se desmoronan los pies.
Son teorías, pero el guía las presenta como realidades y no se queda sólo en la historia, sino que busca llevar a sus oyentes a una toma de conciencia. Ha recorrido de pirámide en pirámide, les ha descubierto los pequeños detalles de cada dibujo, de cada relieve, de la posición de cada edificio. Les ha hecho imaginar un pueblo fuerte, guerrero, organizado, sabio, poderoso. Los obliga a imaginar los diferentes reyes y personajes y la función de cada uno de ellos a través de los signos de sus vestiduras, de la postura que adoptan, de los ritos y de su admirable concepto del tiempo y de los números. "¿Por qué un pueblo tan poderoso y tan sabio como el Maya se fue a la ruina? Son muchas las teorías, pero pienso que le pasó lo que a todos los grandes imperios, el romano, el griego, etc. Se olvidaron de los trabajadores, de la gente humilde, se dejaron llevar por la ambición, y los pequeños, los que sostenían toda aquella inmensa estructura, no la pudieron sostener. Cuando se desmoronan los pies, cae estrepitosamente el gigante", concluye su sentencia.
Buscando lo importante
Cristo hablaba para los hombres de su tiempo que estaban sometidos por el imperio Romano, que se dejaban deslumbrar por la sabiduría griega y que admiraban el poderío y la historia de los pueblos vecinos. El mismo pueblo de Israel se vanagloriaba de su gran historia, a veces magnificada por el paso del tiempo, de su templo y de su ciudad… y Cristo prefiere hablar del campo, de las flores, de los árboles, y de la importancia de las cosas pequeñas e insignificantes a los ojos de los hombres, pero grandes y muy importantes a los ojos de Dios. ¿Estará fuera de la realidad? ¿No será un soñador iluso? No es difícil entender que todos quieran el esplendor y la riqueza, no es extraño que los ritos y aun los edificios, se transformen en signo de poder. Pero Jesús, más que nadie, comprende que el Reino de Dios tiene otros caminos: el silencio, el trabajo constante y callado, la confianza en Dios, la construcción con y desde los pobres y pequeños. En estos días de crisis y de caída estrepitosa de las economías y de las estructuras, muchos se preguntan el porqué de tantos fracasos y con alarma pregonan y profetizan la destrucción de un sistema que amenaza con colapsar, que huele a podrido y que por todos lados se desbarata. ¿Será que las parábolas de Jesús hoy también tendrían su importancia? ¿Será que nos pueden ayudar a encontrar respuestas?
Sembrando semillas del Reino
Indudablemente que es más agradable cosechar y recibir los frutos, pero para que un árbol dé frutos se requiere la siembra confiada y silenciosa, el sudor y la paciencia, la fertilidad de la tierra, los abonos necesarios y un buen temporal. El trabajo de todos los días, la educación continua en los valores del Reino, la constante relación en la familia, en la pequeña comunidad, la unidad y atención de los pequeños, son semillas del Reino que debemos sembrar siempre. Pero el ritmo de nuestros tiempos nos lleva por otros caminos. Se abandonan las cosas pequeñas como el diálogo en familia, la comunicación entre los cercanos, la oración, la escucha atenta del Evangelio, la relación con los amigos y la construcción de la pequeña comunidad… preferimos los grandes eventos, los clamorosos sucesos, la ropa y los modernos y costosos "juguetes" que nos entretienen y esclavizan. Se rescatan los grandes grupos financieros y se olvidan las inmensas masas que a duras penas sobreviven. Y lo más triste, es que muchos han perdido la esperanza y batallan entre las dudas y el desaliento.
Si el dueño de la casa…
Me asombra siempre esta manera tan sencilla de Jesús al presentarnos verdades tan bellas: cada día, cada hora, cada segundo, se tiene que sembrar, no se escatima el trabajo porque cada instante es el más importante, pero después tendremos que quedar en oración, en confiada espera y en una fe firme basada en el amor de nuestro Padre Dios. Él hace lo más importante del trabajo, Él da crecimiento, Él sabe hacer crecer el tronco, diferenciar las ramas, dar su consistencia a las hojas y hacer brotar los frutos… ¡Qué poco es lo que nosotros hacemos! ¡Todo es trabajo suyo! Y sin embargo, debemos hacer lo nuestro pues sin nuestra aportación no será posible la construcción de este nuevo Reino. Dios da crecimiento ¡a la semilla que nosotros hemos sembrado! Aunque parezcan minucias y pequeñeces es muy importante darle su importancia al día a día, para que pueda haber crecimiento. Y si pareciera poco lo que hemos logrado, si miráramos como balbuceos y nimiedades nuestras pobres acciones, nos narra esa significativa parábola de la semilla del grano de mostaza. No importan las grandezas, el Señor le dará crecimiento. Importa la comunidad bien unida, los valores del Reino sembrados en el corazón, la confianza ilimitada en el poder de nuestro Dios y la esperanza activa en nuestro trabajo diario,
Al momento presente, en que parecería que los que buscan la verdad y la justicia son pocos y sus esfuerzos parecen inútiles, llegan como un eco las palabras de Ezequiel que animan nuestro corazón: "Yo, el Señor, humillo los árboles altos y elevo los árboles pequeños… Cortaré un pequeño retoño, lo plantaré y se convertirá en un cedro magnífico". No estamos solos, el Señor es quien construye y trabaja, en Él ponemos toda nuestra confianza, pero con Él, con los pequeños y con los pobres, queremos construir su Reino, porque "caminamos llenos de confianza, guiados por la fe, y nos esforzamos por agradar al Señor". Revisemos nuestra vida, miremos cómo estamos sembrando y a qué cosas le damos importancia. ¿Cómo construimos la familia? ¿Cómo sembramos los valores del Reino, la oración y la esperanza? ¿Qué importancia le estamos dando a la pequeña comunidad, a los pobres, a los sencillos? ¿Cómo hacer realidad hoy en medio de nosotros las parábolas de Jesús?
Padre Bueno, fuerza de todos los que en ti confían, ayúdanos con tu gracia, a descubrir la importancia de las cosas pequeñas y a sembrar incansablemente los valores del Reino, dejando en tus manos amorosas su cuidado y crecimiento. Amén.

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