sábado, 22 de septiembre de 2012


DIÓCESIS

+Mons. Enrique Díaz Díaz

Obispo Auxiliar Diócesis de San Cristóbal de Las Casas

Envidias y rivalidades
XXV Domingo Ordinario

Sabiduría 2, 12. 17-20: "Condenemos al justo a una muerte ignominiosa"
Salmo 53: "El Señor es quien me ayuda"
Santiago 3, 16-4, 3: "Los pacíficos siembran la paz y cosechan frutos de justicia"
San Marcos 9, 30-37: "El Hijo del hombre va a ser entregado.- Si alguno quiere ser el primero, que sea el servidor de todos"
Discusiones
Al iniciar la reflexión para este domingo, se nos ocurrió recoger la pregunta que Cristo hace a sus discípulos: "¿De qué discutían por el camino?" y empezamos a escuchar y a subrayar lo que en los últimos días ha llamado más la atención, ha acaparado los encabezados de las noticias y las pláticas cotidianas. Quizás nosotros también nos tendríamos que quedar callados o ruborizarnos al tener que responder de qué hablamos por el camino. Nuestras conversaciones han girado sobre temas falsamente serios. Hablamos de luchas intestinas, de fundamentalismos, de pleitos de partidos, de acusaciones, de búsquedas de puestos importantes, de honores, de placer, de títulos y de popularidad. Y todo esto salpicado por la violencia, por crímenes, secuestros de ciudades, y asesinatos. Una lucha encarnizada por el poder, por el dinero, por la supremacía. El tender trampas, el oponerse, el ridiculizar y descalificar, se han convertido en métodos para escalar posiciones, para quitar rivales y para asegurar puestos. Las autoridades descalificadas, los triunfos comprados, los títulos auto otorgados, y una gran confusión que parece que a nadie beneficia. ¿Qué pretendemos en el fondo?
Envidias y rivalidades
Para quienes nos sentimos aturdidos por este confuso panorama, el Apóstol Santiago parece tener las respuestas. Nos presenta las raíces de todo este torbellino: "Donde hay envidias y rivalidades, ahí hay desorden y toda clase de obras malas". No nos deja lugar a dudas y pone en tela de juicio las "buenas intenciones" que argüimos para destrozar al enemigo. Es más, y permítaseme que lo copie directamente, clarifica las causas de nuestros males: "¿De dónde vienen las luchas y los conflictos entre ustedes? ¿No es, acaso, de las malas pasiones, que siempre están en guerra entre ustedes? Ustedes codician… y acaban asesinando. Ambicionan… y combaten y hacen la guerra". Santiago ha comprendido, con dolor y contemplando comunidades destruidas, cuál es la causa de estas terribles escenas. Si el camino de nuestra felicidad lo marcan nuestras pasiones y no un espíritu generoso y compasivo, siempre acabaremos en la destrucción. Por eso dice que los verdaderamente sabios ponen su corazón en Dios, son amantes de la paz, comprensivos, dóciles y están llenos de misericordia y de buenos frutos. Son imparciales y sinceros. ¡Buen examen nos ofrece Santiago para mirar cómo estamos actuando!
Si alguno quiere ser el primero…
Lo que ha hecho el Apóstol es poner en palabras muy claras, lo que Jesús enseñaba en otros términos y sobre todo con su ejemplo: el espíritu de servicio es el mejor camino para encontrar la felicidad y la ambición siempre llevará al fracaso. Ya para los discípulos resultaría todo un reto tratar de comprender el camino de Jesús, a pesar de que lo veían y estaban cercanos a Él. Pero ahora nosotros, si leemos con atención este pasaje, nos daremos cuenta de que no sólo los apóstoles estaban equivocados y entraban inconscientemente en esta lucha de poderes y de ambiciones. Ahora también nosotros hemos caído como sociedad en el gran error de confundir éxito y triunfo individual con bienestar y felicidad social. Así vivimos, así luchamos y así educamos: desde los primeros años buscamos que los niños aprendan a competir, a ganar, al triunfo individual, a ser más que los demás, so pena de pasar por fracasados, tontos e ineptos. Les decimos que si no pisan, serán pisados por los demás, que van a vivir en una sociedad competitiva… que miren a los otros como enemigos. Y así, creamos "monstruos ávidos de placer" que después son incapaces de servicio, generosidad, amor y verdadera autoridad. Los apóstoles, ya entonces, creían que para triunfar, en la sociedad en la que ellos vivían, había que estar necesariamente entre los primeros. Una persona que se deje vencer, y hasta matar, por sus enemigos, no puede ser nunca un modelo a imitar. Las palabras que ahora les acababa de decir el Maestro eran incomprensibles. Él iba a ser vencido y asesinado por sus enemigos. No se atrevían ni a preguntarle. La respuesta que Cristo les da sigue siendo para ellos desconcertante: el que quiera ser el primero, que sea el último de todos y el servidor de todos. Ellos sabían que su Maestro quería que fueran felices, en esta vida y en la otra, ¿cómo les decía ahora que se hicieran servidores de todos? Seguían sin entenderle y quizás también ahora nosotros seguimos sin entender sus palabras.
El justo es un reproche
En verdad que los discípulos de Jesús no acertaban a entender su comportamiento, pero finalmente se dejan cuestionar. Hoy también nosotros tendremos que dejarnos interpelar y revisar por Jesús. Dejar que, con su mirada amorosa, mire nuestro interior, que nos analice, nos impulse a tomar esta nueva vida. Quizás debemos revisar a cuántos pequeños y desamparados estamos dejando fuera de una sociedad ambiciosa y egoísta, qué actitud tomamos frente a los otros, y cómo vamos construyendo este mundo con los pequeños y desde los pequeños. Quizás esta actitud resulte incómoda para muchos. Pero no era diferente para el pueblo judío. Ya nos da razón de ello el libro de la Sabiduría, donde nos muestra cómo el justo resulta hasta insultante para los dirigentes y dominadores de mundo. Quien vive en la verdad y en el servicio, se convierte en un freno a la corrupción y una denuncia constante a la injusticia, y en un reclamo al absurdo de los valores actuales y al adoctrinamiento de las masas.
Como Cristo
Cristo nos ofrece la gran enseñanza y la forma de luchar contra los poderes injustos establecidos para ganancias personales. Contemplemos su actuación, escuchemos sus palabras y comprenderemos que hay mucha más esperanza en el servicio callado que en la violencia egoísta, que aporta más un espíritu justo que un corazón ambicioso, que gana más la cruz que la espada. No hay que desesperarse cuando el camino se haga difícil o incluso, nos parezca absurdo. Poco a poco comprenderemos lo que Jesús nos dice e iremos despertando la esperanza de construir un mundo mejor. ¿Qué piensas de las duras palabras que hoy nos dice el apóstol Santiago sobre las envidias y las rivalidades? ¿Por qué será importante descubrir el servicio entre nosotros? ¿La autoridad y quienes tienen el poder, realmente buscan servir?
Padre Bueno, que en el amor a ti y a nuestro prójimo has querido resumir toda tu ley, concédenos descubrirte, amarte y servirte en nuestros hermanos para que podamos construir un mundo nuevo y alcanzar la vida eterna. Amén.

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