jueves, 11 de octubre de 2012

DIÓCESIS
+ Felipe Arizmendi Esquivel
Obispo Diócesis de San Cristóbal de Las Casas
AÑO DE LA FE, ¿PARA QUÉ?


HECHOS

Del 11 de octubre de 2012 al 24 de noviembre de 2013, en todo el mundo católico se celebra el Año de la Fe, convocado por el Papa Benedicto XVI, con ocasión del cincuenta aniversario del inicio del Concilio Vaticano II, que fue una irrupción del Espíritu Santo para renovar la Iglesia, y del vigésimo aniversario del Catecismo de la Iglesia Católica, que sintetiza lo que creemos y las dimensiones y exigencias de nuestra fe.

En muchas diócesis se están generando varias iniciativas para vivir este acontecimiento. En la nuestra, dedicamos tres días a repasar algunos de los temas centrales del Concilio, para revisar si nuestra vida y nuestra práctica pastoral corresponden a su espíritu, y para impulsarnos a una renovada fidelidad a nuestra vocación a la santidad y a una nueva evangelización integral, que nos revitalice en la opción preferencial por los pobres, signo y prueba de fidelidad al Evangelio.

¿Hace falta este Año de la Fe? Claro que sí. Basten algunos datos. En cinco años y medio, en la ciudad capital del país, en instituciones de salud del gobierno, se han practicado casi 93,000 abortos, facilitados por la legislación que lo autorizó, también para mujeres que van allá desde otros Estados. Y presumen de esa cifra, así como de 58 millones de condones que han repartido por todas partes sólo en esa entidad. Y quienes matan a tantos miles y miles, se declaran católicos y católicas que alegan su “derecho” a decidir sobre la vida de inocentes e indefensos. ¿Cómo es su fe?

¡Cuántos narcotraficantes, extorsionadores, asesinos a sueldo, secuestradores, violadores, ladrones, adúlteros, corruptos, etc., se declaran católicos! ¿Cómo está su fe, y cómo fueron evangelizados por nosotros? ¿Qué hacer para su conversión? Esta no depende sólo de que los metan a la cárcel, o los eliminen, sino de que encuentren en Cristo un camino de liberación interior y ya no hagan daño a la sociedad ni a sí mismos.

Disminuye el número de católicos; aumentan otras confesiones religiosas y, sobre todo, los no creyentes; ¿y esto no nos cuestiona a los agentes de pastoral? ¿En qué hemos fallado? ¿Seguimos con una pastoral repetitiva, sin nuevo ardor, sin nuevos métodos, sin nuevas expresiones?

CRITERIOS

El Papa Benedicto XVI, como pastor universal y preocupado por las deficiencias eclesiales, nos invita “a una auténtica y renovada conversión al Señor, único Salvador del mundo” (Porta fidei, 6), y a promover y sostener “un compromiso eclesial más convencido en favor de una nueva evangelización, para redescubrir la alegría de creer y volver a encontrar el entusiasmo de comunicar la fe” (Ib 7).

Estamos convencidos de que cuando alguien en verdad se encuentra con Jesucristo, cambia su vida, deja de hacer el mal y hace el bien a todos; por ello, el Papa nos dice: “Siembren Evangelio y cosecharán reconciliación, sabiendo que donde llega Cristo, la concordia se abre camino, el odio cede paso al perdón y la rivalidad se transforma en fraternidad” (10-IX-2012). “El encuentro con el Dios de Jesucristo es capaz de transformar profundamente a todo ser humano, incluso en las condiciones más pobres, para conferirle la dignidad suprema de hijo de Dios. El encuentro con Cristo da el impulso para vencer incluso las dificultades aparentemente más insuperables” (20-VIII-2012). “Confiad en el Evangelio, en su fuerza transformadora, en su capacidad de despertar las conciencias y provocar desde dentro el rescate de las personas y la creación de una nueva fraternidad. La difusión de la Palabra del Señor hace florecer el don de la reconciliación y favorece la unidad de los pueblos… El mundo de hoy necesita personas que hablen a Dios, para poder hablar de Dios. Sólo así la Palabra de salvación dará fruto” (7-IX-2012).

PROPUESTAS

Demos la importancia que merece a este Año de la Fe. Les invito a leer, meditar y practicar los dieciséis documentos del Concilio Vaticano II: cuatro constituciones, 9 decretos y tres declaraciones. Es doloroso y preocupante que algunos ni siquiera los hayan leído. Y revisemos cada quién cómo vivimos nuestra fe católica; ojalá seamos más coherentes.

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