miércoles, 3 de abril de 2013

DIÓCESIS

+ Felipe Arizmendi Esquivel
Obispo de San Cristóbal de Las Casas

RESURRECCIÓN PARA LA ESPERANZA



SITUACIONES
Hay muchas personas que viven desesperadas, porque no encuentran solución a sus problemas y necesidades. En un programa dominical de radio que tengo hace más de cinco años, alguien me envió este mensaje: “Tengo muchas deudas y no puedo pagarlas; quiero pagar, pero no puedo. Estoy desesperado. Ayúdeme”. O madres que me narran lo que están sufriendo por sus hijos que andan por mal camino. O esposas que ya no soportan al marido borracho, irresponsable, violento y hasta infiel, y piensan separarse, porque no ven otra alternativa. O quien no ve más salida a los conflictos familiares o personales, que el suicidio. O quienes de todo desconfían, culpan a los otros, todo lo ven negro, no encuentran apoyo en el hogar, y buscan compensaciones de toda índole, como el alcohol y las drogas, las pandillas y aventuras. En el fondo, hay sed de felicidad, de paz y armonía, de éxito y de estabilidad económica y familiar.
Por otro lado, hay gente negativa por sistema, que desconfía de que la llegada del nuevo Papa puede significar algún cambio en la Iglesia. Dicen que ésta está en una debacle tan profunda, que nadie la salva. Se fijan sólo en problemas reales que hay, pero les invitaría a que visiten nuestras comunidades católicas y vean su florecimiento, su participación eclesial, no sólo ritual, el aumento de vocaciones sacerdotales y de otros ministerios y servicios, la creciente importancia de las mujeres indígenas, su lucha contra el alcoholismo, sus organizaciones, inspiradas en la Palabra de Dios. Esto nos alienta mucho en la esperanza, sin dejar de reconocer cuánto nos falta para llegar a lo que Dios quiere para todos: una vida digna integral, en lo horizontal y lo vertical, en lo personal y lo comunitario, en lo temporal y lo eterno. La vida cristiana y católica de nuestros pueblos pobres, es signo de una Iglesia viva.
ILUMINACION
Jesucristo venció el pecado, las adversidades, las injusticias, la soledad, la traición, el abandono, el dolor físico y moral. No se quedó derrotado en el sepulcro, sino que resucitó y está vivo; está con nosotros y con todo el que lo acepte en su corazón. Y este triunfo de Jesús nos trae una esperanza sólida, que no es un sentimentalismo de fracasados, sino una certeza que nos levanta y nos impulsa a luchar por una vida mejor, digna para cada uno y para todos.
Al respecto, dice el Papa Francisco: “No cedemos nunca al pesimismo y al desaliento: tenemos la firme certeza de que el Espíritu Santo da a la Iglesia, con su aliento poderoso, el valor de perseverar y también de buscar nuevos métodos de evangelización, para llevar el Evangelio hasta a los extremos confines de la tierra” (15-III-2013).
“Hoy, ante tantos cúmulos de cielo gris, hemos de ver la luz de la esperanza y dar nosotros mismos esperanza. Es abrir un resquicio de luz en medio de tantas nubes; es llevar el calor de la esperanza. Y, para el creyente, la esperanza que llevamos tiene el horizonte de Dios, que se nos ha abierto en Cristo; está fundada sobre la roca que es Dios. Todos estamos llamados para hacer brillar la estrella de la esperanza” (19-III-2013).
“Sabemos que Jesús nos acompaña y nos carga sobre sus hombros: en esto reside nuestra alegría, la esperanza que hemos de llevar en este mundo nuestro. Y por favor, no os dejéis robar la esperanza, no os dejéis robar la esperanza que nos da Jesús” (24-III-2013).
“Jesús trajo la misericordia y el perdón de Dios; curó, consoló, comprendió; dio esperanza; llevó a todos la presencia de Dios que se interesa de cada hombre y mujer, como hace un buen padre y una buena madre con cada uno de sus hijos. Dios no esperó a que fuéramos a Él, sino que es Él que se mueve hacia nosotros, sin cálculos, sin medidas. Dios es así: Él da siempre el primer paso, Él se mueve hacia nosotros. Dios salió de sí mismo para venir en medio de nosotros, colocó su tienda entre nosotros para traer su misericordia que salva y da esperanza” (27-III-2013).
COMPROMISOS
Afiancémonos en Cristo Resucitado. Con El, saldremos adelante en cualquier circunstancia, incluso en nuestra muerte. Cristo es la fuente de nuestra esperanza. ¡Alegrémonos con El! 

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